No, no tengo ningún pariente que se llame Gerardo y que viva en Corfú, pero sí tuve un tío que se llamaba Leonardo y que era de Belauntza, natural del extremo más occidental del macizo de Gaztelumendi.
Leonardo sabía sí, sabía de casi todo. Era un experto pescador de río, buen deportista, profesional electrónico, excursionista habitual que anotaba las incidencias de todas sus travesías, conocía los nombres científicos de todos los hongos y setas del país, distinguía entre pottokas o potros asturcones, sabía hacer juegos de manos, contar historias del frente de Zaragoza o disertar sobre las plagas de langosta africana ante la aparición inesperada de un ortóptero, o también aleccionarnos sobre el comportamiento que deberíamos tener ante la amenaza de un ofidio venenoso.
En la última visita que hice a Erroizpe subía agobiado por un catarro mal curado, y me acordé de cómo el tío Leonardo en una reunión familiar, nos explicaba con estentórea mímica la forma adecuada de acompasar un andar ágil, con una correcta inspiración y expiración pulmonar.
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