Hace 12.500 años los hielos aún cubrían gran parte de Lur y los hombres escudriñabamos señales de vida y muerte desde lo alto de las montañas, el eje de la tierra tenía otra inclinación, las cumbres desde las que vigilabamos el sol, la luna y las estrellas eran otras, y cuando la tierra tembló y el eje sobre el que rotamos se alteró un par de grados, se modificó por completo nuestra forma de ver las cosas, nuestra forma de vivir.
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Cima de Erroizpe, ladera norte |
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Marcando el seles |
La cima de Erroizpe a 804 m.a.s.n.m., no estaba donde hoy está, mirando orgullosa desde su centro geodésico a la sierra de Aralar, sino en el círculo mágico, en el numen, en el seles que tímidamente se aprecia sólo desde el cielo y que descaradamente otea la mar sin vergüenza. Este círculo era el norte, el eje de la tierra de entonces, vientos fríos y violentos asomaban por estos lares, un lugar inhóspito para vivir, pero el más adecuado para vigilar, para invocar, para controlar el rumbo del clan. Un centro de poder en una línea de cordal infestada de marcas, señales y huellas que por suerte nadie ve, pero que por desgracia nadie recuerda y hoy son ruinas olvidadas y abandonadas a su suerte.
Los hombres viviamos en las laderas orientadas al sur, arañando unos pocos rayos al sol, protegidos de la violencia de la naturaleza, vigilando las madrigueras de osos, husmeando los senderos de lobos y alimañas, escuchando e interpretando los alaridos nocturnos de monstruos, espíritus y hambrientos dragones de sangre y poder.
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Marcas rectangulares en la roca, cima de Erroizpe |
Vivíamos al sur, pero atentos siempre al norte, y nos protegíamos en círculos. Cuando decidimos asentarnos construímos casas de roca caliza, pequeñas y chatas acogedoras chabolas circulares. Necesitabamos cazar y para ello viajabamos, y nos protegíamos en cuevas, en construcciones ligeras que requerían constante mantenimiento y sufrimiento.
Todos estos lugares, todas estas actividades fueron marcados y señalados a roca, para que los que nacieran después tuvieran donde recurrir, no fuera a perderse la fuerza y el saber de los que antes nos enseñaron y descansan en el sepulcro secreto de Txispiri.
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Leyenda en la roca de Minatxuri |
Desde el círculo de poder de Erroizpe al nemetón rectangular de Arburu donde vivía y conspiraba el chamán del clan, el camino era recto y los peligros muchos, aunque todos ellos evitables si se tomaban las necesarias precauciones y avisos del camino: enemigos, desprendimientos, trampas, bosques animados, lo desconocido.....
En el valle vivían otros clanes y aunque era imprescindible saber algo de ellos el miedo a perder lo que ni se tenía era mayor que la osadía y los intercambios eran siempre violentos y traumáticos.
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Señales desconocidas en Erroizpe |
En estas circunstancias y por sorpresa apareció en el bosque, junto al roble de la sabiduría, el que no habló durante 20 años y guió al clan hacia la supervivencia. Haritz, el hombre sin lengua y sin origen, nos enseñó lo que necesitabamos ante tan radicales cambios. Aprendimos a soportar el calor y la falta de alimentos, aunque al principio cuando el chaman lo conoció, sintió miedo y repulsión, vislumbró la pérdida de privilegios, pero nada pudo hacer ante el silencio del que había nacido del roble sagrado en el bosque de la sabiduría.
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Marcas rectangulares en una roca de Erroizpe |
Y a los 20 años nació la palabra, brotó "ein", hacer, conocer el pasado, resistir el presente y construir futuro. Y la palabra, no fue escrita, fue sólo palabra, que hubo que enseñar y transmitir a los que necesitaban aprender a vivir.
El bosque nos regaló la palabra y nosotros a cambio le enseñamos a soñar arte y ciencia sin ataduras ni complejos, libre..... como el eje de la tierra, ahora que de nuevo se ha movido y cambiado de orientación, asediado por el fuego y el temblor de una tierra violada y saturada de ambiciosos inquilinos.
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